domingo, 12 de junio de 2011

De hombres y pasteles

Aunque ya se hayan empleado hartos bytes en su clasificación y deconstrucción, igual quiero decir algo acerca de estos personajes desde la perspectiva personal: los pasteles.

Partiré diciendo que una de las escasas cosas de las que puedo jactarme de toda la vida y el universo, es que en cuanto a estar emparejada sé exactamente lo que quiero, eso lo he logrado a punta de porrazos, locuras, malos ratos  y aciertos, y le agrego también las experiencias de mis amigas y conocidas que una ve desde afuera y de las que muchas veces una se caga de la risa o actúa como un paño de lágrimas mejor que la servilleta Abolengo. Así y todo, hay algo que sigo preguntándome hasta el día de hoy: ¿Por qué tengo tanta fijación con los pasteles? Es que en serio, no puede ser que tengo tan, pero tan mal ojo. Igual, probabilísticamente llevo las de perder, al menos el 80% de los especímenes masculinos que deambulan por ahí lo son, pero por qué me cuesta tanto justo fijarme en uno del 20% restante? Parece ser un mal común en todo caso, porque la pregunta es recurrente en varios lugares de la blogosfera y en las canciones de la Francisca Valenzuela, así que al menos no estoy sola en esto.

Los machos recios siempre se quejan de nosotras de no saber qué cresta queremos. Les encuentro toda la razón en eso, pero al menos somos EXPERTAS en identificar lo que NO queremos. Yo estoy segura que al menos la mitad de los hombres de mi edad tampoco saben lo que quieren, ni mucho menos lo que no quieren, y por eso son tan pasteles. Pero hay algo que aún no he aprendido, o no sé, con el tiempo he racionalizado tanto esto de las relaciones que cuando pasan años para al fin sentir algo de verdad, una simplemente dice “el chancho está tirado”...
todo parecía estar empezando bien, nos entendíamos hasta en las mañas y en esas ñoñerías que nadie comprende y de las que nadie se ríe, el pastel parecía una buena persona. De hecho lo es, y ahí radica el mayor engaño y daño potencial que pueden causarnos: ellos nunca actúan con mala intención.

Pero no, Murphy tiene que meter su mano porque tanta maravilla no puede ser posible, y aunque hace tiempo que me considero rehabilitada de la pastelofilia, lo malo es que para darte cuenta de que al individuo sólo le falta el marrasquino encima primero tuviste que involucrarte con él, y luego de eso el daño ya está hecho. La diferencia es que ahora simplemente lo mandas a la mierda en vez de intentarlo y buscarle por todos los lados y a la larga, sufrir (sí, atentamos contra nuestra dignidad silenciando al sentido común), lo bonito sería que en la práctica el regusto amargo de la experiencia se acabara al decir la frase “nunca más”, ya que lo que en realidad pasa es que una se deprime igual y rompe la dieta de la luna y se come un kilo de helado de chocolate en pijamas mientras escucha a la Rocío Jurado y mete a todos los pobres hombres del mundo en el mismo saco, porque obvio, todos son iguales (adivinaron? Sí, pasteles).


No puedo entender que un sujeto más cercano de los 30 que de los 20 salga con cosas como "ay, es que estoy confundido" o "es que prefiero estar solo" o "no eres tú, soy yo", “aún pienso en mi ex” y weás pendejas por el estilo, después de que te ha dicho “lo maravillosa que eres”, “lo afortunado que se siente de encontrar a alguien como tú”, “había perdido la esperanza pero llegaste tú" (bonus por cursi), o sea, ¿pretenden que una no se enganche con eso? No me vengan con que nos enrollamos de más, si realmente quieren algo light ¿por qué no lo avisan al principio para dejar las reglas claras, en vez de pegarte el garrotazo cuando una ya se agarró? Tampoco entiendo la actitud de supuestamente tener algo y que el tipo no te pesque ni en bajada, hasta que al fin te cabreas y en el momento en que le das la merecida PLR, él recién ahí se ponga las pilas cuando ya no hay vuelta atrás, persiguiéndote incluso por años (verídico) ya que “no se resigna a perderte”.

A las damas que lean esto, sólo les digo que si se encuentran con alguien con las actitudes anteriormente descritas, huyan como de la peste (a menos que sean masoquistas o pretendan bajarse la autoestima) ya que estos personajes, a pesar de tener casi siempre las mejores intenciones, al final igual terminan haciendo que una puro tome caldo de cabeza y lo pase como el forro. Mejor dejar el episodio atrás, derramar las lágrimas correspondientes de manera digna, sin escándalo y con el/la amigui de turno de ser necesario, y a otra cosa mariposa. A lo mejor el próximo sí es un gallo wena onda y seguro de sí mismo con quien dejarse querer, es decir, un hombre de verdad, calificativo que le queda grande a un pastel.

lunes, 9 de mayo de 2011

Reflexiones trasnochadas semi-etílicas

Nunca he sido demasiado afectuosa, sí soy regalona, siempre me gustaron los abrazos y los besos y que me hagan cariñito en el pelo, sólo que para eso hay que romper una primera barrera que es bien rígida y cuyo último paso es que esas manifestaciones se den en público. Con Gustavo eso nunca existió, quizá porque él nació repartiendo nanais y ha sido así durante sus 10 años de vida, con mis papás en cambio, recién ahora han renacido los abrazos porque todos estamos más viejos (sobre todo ellos) y porque cuando hay sol todos andan por su lado pero cuando viene un chaparrón gigante uno se junta con su gente para meterse debajo de un paraguas común, sobre todo si es chico, y eso es lo que pasó hace un tiempo con la lluvia que sigue hasta ahora y no sabemos cuándo va a parar.

Escribo esto pensando en que los últimos dos o tres años me he quejado de que me he vuelto un poco dura, que me gustaría que apareciera alguien que me hiciera ser una mamona completamente, que al verlo me produzca las famosas mariposas en el estómago, que al pensar en nosotros me ande riendo sola  y que me inspire a escribir prosas de amor baratas y a trazar nuestros nombres en la arena de la playa encerrados por corazoncitos. En fin, que eso hace rato que no pasa, no sé si sea que ya tengo poca capacidad para sentir esas cosas por cualquiera y de verdad tiene que aparecer ese espécimen “súper ezpezial”, o será que simplemente con el tiempo una deja de ser tan pendeja y aprende a racionalizar las emociones y a tratarlas como lo que son nomás, un conjunto de reacciones químicas desatadas en nuestro organismo bajo un estímulo estresante (y escrito así obvio que pierde toda la magia). Quizá eso último es a lo que le llaman “madurez” y si es así, espero que lo siguiente no sea sólo podrirme en la mata y poder darle aplicación práctica a lo aprendido.

Lo que siempre termina jodiéndolo a uno es el maldito deseo sexual. Si no fuera por eso, emparejarse sería tan fácil como ponerte de acuerdo con el amigo con el que mejor te llevas (el mejor amigo puede servir) y armar una vida en común, previa lectura de cartilla de mañas y defectos tal como lo hizo Sherlock Holmes con el Dr. Watson cuando se fueron a vivir juntos (no, ellos no eran gay). Sin embargo, no te emparejas con tu mejor amigo porque aunque se lleven la raja y sea el acompañante ideal que nunca dejará la toalla mojada tirada o el lavamanos con pelos, no existe ni una pizca de tensión sexual entre ambos. Hasta puedes pensar en que sería un súper buen padre, pero no te lo imaginas junto a ti en el proceso de fabricación de esos cabros chicos que han de criar juntos (no, gracias). Y los dos ilusos quieren encontrar a ese ser “súper ezpezial” que les haga sentir las mariposas y que cumpla con los demás requisitos descritos, mientras durante años cada uno por su lado van haciendo recuento de los intentos y experimentos que salieron mal, entre los cuales surgirán esos personajes que le revolucionan a uno todas las hormonas pero por alguna razón no son buenos candidatos como padres para tus hijos ni para el emparejamiento definitivo y formal, y en ese caso uno simplemente es optimista y mientras uno se divierte guarda la esperanza en su corazón que todo ese training servirá de preparación para el ser “súper ezpezial” que algún día llegará (y que sabrá valorarlo y no te andará sacando en cara puras weás ni celando retrospectivamente).

A mí no me gusta guardar esperanzas en todo caso, porque tengo un par de fichas que aún podría jugar en una mano súper arriesgada pero con pocas probabilidades de ganar la apuesta. Así que mejor las guardo para más adelante porque lo que sí tengo es fe en que tendré una familia a futuro, quizá una no-convencional formada por Gustavo, yo y un hijo adoptivo ya que la idea de preñarme no es de mi entero agrado, pero familia al fin y al cabo. Y creo que estoy pensando en estas cuestiones porque tengo 27 años y ahora están empezando a importarme cosas que antes no parecían importantes, y porque hace muy poco iba a apostar al todo o nada como no lo había hecho en mucho tiempo basándome sólo en las famosas esperanzas, cuando lo que vale es la fe y no hay que confundir ambas cosas. (Y si no hay fe todo se va a la mierda nomás)

Y bueno, también estoy escribiendo esto porque no puedo dormir, hace frío, mi cabeza está llena de pajarracos revoloteando, tengo el blog abierto y hay media botella de vino tinto disuelto en mi sangre (pa'l frío según yo), lo cual no lo hace menos cierto aunque lo lea y se vea bien poco coherente esta cuestión.

viernes, 1 de abril de 2011

Un beso no tan largo, una sonrisa compartida y luego ambos alejándonos en la estación del metro. No hay nada que replantearse, hay cosas que son definitivas y no vale la pena darle más vueltas.

Pero vivimos ese momento en que no importó lo que haya sido dicho antes, los acuerdos ya hechos, las decisiones tomadas. En ese instante, simplemente todo lo demás da lo mismo, ni hay nada más que dos en el mundo, formando un círculo propio en que nadie más tiene cabida, estamos rodeados de gente pero somos los únicos compartiendo abrazados la misma emoción y vibrando en la misma frecuencia… es probable que ésta sea la última vez juntos, pero es por estas cosas que te quedarás marcado en mí como una cicatriz, y has dejado de ser sólo uno más de la lista de intentos fallidos.

Doy gracias por encontrar en ti a alguien que se emocionara con las mismas cosas simples y hermosas, pero que a la vez supo darme un par de lecciones de sentido práctico. Que entendía que el tiempo que pasamos juntos era demasiado valioso como para perderlo mirando bajo el agua o en preguntas idiotas acerca del pasado no compartido. Que al tocarme era capaz de conectar la superficie de mi piel con mi fibra más interna y la emoción más oculta.

Te doy gracias por enseñarme que es posible querer a alguien sin cambiarle nada, que la distancia no es una cuestión de kilómetros, que permanecer en silencio no significa ignorar al otro, que la relatividad del tiempo depende de las decisiones propias. Que la palabra amor se queda corta y no es la correcta, porque no puede existir un solo concepto tan básico para definir tantos significados distintos y complejos.

Doy gracias, porque debido a ti aprendí que una despedida (la nuestra) no es el fin, sino un nuevo principio para cada uno.


[Y a seguir caminando, que el amor es todo lo que no puedes permitirte dejar atrás.]
(Esta es la n° 19 de las 24 en esta gran experiencia, infinitamente alegre de haber estado ahí contigo)

martes, 1 de marzo de 2011

Encontrar pareja es como comprar un auto: Osho semejanzas

(Esta es una reflexión chanta elucubrada luego de ver todo el show que mi progenitor hizo para comprarse su tocomocho, hace un tiempito atrás)


Es una inversión. Son bastante los recursos que se ponen en juego, y el riesgo es alto. La mayoría de nosotros se endeudaría en mayor o menor medida para obtener un auto, dependiendo de si existe ahorro previo o no. Lo mismo con una pareja, invertimos tiempo, esfuerzo, energía y hasta la salud emocional al involucrarnos con alguien, la calidad o cantidad depende de lo que queramos tener con esa persona y pesan bastante las experiencias previas. Como sea, SIEMPRE estamos arriesgando algo (incluso con un/a “tiramigo/a”, en que la línea entre lo light y el enganche puede volverse difusa y a la larga, pasarlo mal).

Lo obtenemos de acuerdo a nuestras posibilidades. La mayoría de nosotros no puede comprar un Ferrari, es demasiado caro, la patente es muy costosa, los repuestos difíciles de conseguir, gasta mucho combustible, etc. Simplemente no es accesible y punto. Aún así, lo ideal sería comprarse un auto nuevo, y si no se puede se adquiere uno con el menor uso posible y lo más cercano a las características deseadas. Dependiendo del género y el gusto, la mayoría puede fantasear con Scarleth Johansson o George Clooney (o ambos, y a la vez) pero hasta ahí nomás queda eso, en la fantasía. Y después de todo, para qué queremos un Ferrari? A menos que nos saquemos el Loto, comprarse uno es tan inteligente como tener un auto de 500 lucas y ponerle un sistema de audio de un millón.

Existe un ideal, siempre. Toda persona que quiere comprarse un vehículo sabe qué características necesita: city-car, deportivo ó 4x4, camionetas de cabina simple o doble, petroleros o bencineros, familiar o pequeño, o un modelo concreto. Y si no lo sabe, de inmediato comienza a pensar en qué le conviene cuando toma la decisión de obtenerlo. De la misma manera, uno también busca rasgos deseables: color de pelo y de ojos, altura y contextura, celos@ o liberal, machista, feminista o equilibrad@, etc. Y no falta quien busca al príncipe azul/princesa encantada del cuento, ese modelo específico al que difícilmente podrá acceder algún día, simplemente porque es un mito. Los más atinados entenderán a la larga que no existe el modelo perfecto, y terminarán por querer y aceptar el que tienen ya que esas mañas y defectos son los que hacen que el encanto y el gusto perduren.

Siempre se mira para el lado. No importa tener el vehículo que cumpla las expectativas, igual no faltará el que se voltee cuando pase ese precioso deportivo rojo pasión o soñará con ir al volante de esa enorme camioneta todo terreno con neblineras al lado de la cual hasta los tractores parecen escarabajos. Y al final, el que puede, puede nomás, pero hay que tener claro que alguien poseedor de dos o más vehículos se gana, si no es la envidia, al menos la reprobación y el pelambre de los demás. También huelga decir que todo mortal desea ser poseedor de algo por el que todos los amigos babeen, mientras sea de lejitos nomás (se mira pero no se toca, cabritooo... y tanto la pareja como el auto regalón son sagrados, nadie más que el dueño tiene permitido montarse encima).

Siempre se busca un modelo mejor. Apenas se compre un auto que supuestamente ha sido el mejor entre las opciones disponibles/accesibles, a poco andar uno va a encontrar detalles desagradables. Lo mismo al estar con alguien, después que pasa el primer enganche y ya no andan volando los corazoncitos rosados y los pajaritos de colores que nos tienen aweonaos tapan la visión empiezan a notarse las pifias, eso se cae de maduro. Y si entre sumas y restas el resultado nos empieza a dar negativo, se buscará un modelo nuevo para despachar al actual, ya que muchas veces es preferible andar a pie que soportar que se nos quede el auto en pana a cada rato, sobre todo a la hora del taco.

Se ajusta al principio de oferta y demanda. Según éste, si un modelo de vehículo (o cualquier otro bien) es muy cotizado en el mercado, su precio subirá y vice-versa. De igual forma, si una mina* es rica, tiene conversa interesante y además es coqueta/sexy, es obvio que le lloverán jotes pero entre todo ese cardumen de pirañas acechando para dar el mordisco apenas la situación se vea favorable, el pez más gordo se adjudicará este modelito; ella sería entonces algo como éste o este otro. Y al revés, una mina fea, fome, poco interesante o más pesada que un tren a pedales no tendrá muchas opciones y terminará yéndose con alguno que ande volando bajo (algo como así o así). Las demás, vendrían siendo algo intermedio como un Yaris, un Corsa o un Accent, generalmente sedan; es decir, un buen modelo, cómodo y bastante cotizado, pero demasiado común, por lo que siempre podría haber algo mejor… y en esta categoría jugamos la mayoría.
(*El ejemplo es “mina” porque es el lado desde el que escribo, pero la comparación es general y aplica pa’ ambos lados)

Para cada persona existe el modelo perfecto. Aquí me declaro creyente de que debe existir eso de “la otra mitad” en cuanto a tener pareja. Y así como cuando una persona sabe perfectamente cuál es el modelo de vehículo definitivo al que aspira, lo mismo pasa en las relaciones. Pero para llegar a eso, lo que más juega en contra es el azar, y existen los suertudos que justo encuentran a esa persona que buscan, con la que se complementan, la cual es perfecta con todas sus grandes cualidades y todas sus insufribles mañas, parejas que estando juntas construyen algo tan bueno que no podrían hacerlo mejor ni su vida sería tan plena si estuviera cada uno por separado. Pero ¿qué tal si sé exactamente el vehículo que quiero, y nunca me entero de que existe porque quien lo vende está en Arica, en Nueva Zelanda, en Arabia? ¿O estaba a dos cuadras y justo no vi el aviso? En ese caso, uno se arriesgaría por el modelo más parecido que encuentre y se quedaría con ése, aunque no es 100% el deseado, o en el peor de los casos, por apurones podemos encontrarlo ya habiendo comprado uno… ¿Qué pasaría si “esa persona” fuera la señora de mi hermano, o la polola de mi mejor amigo? ¿O está en una situación geográfica a la cual no llegaré nunca, o paso por ahí a destiempo? El mundo es tan grande para un animal del tamaño, costumbres y tiempo de vida como nosotros, y somos demasiado numerosos por lo que ese encuentro ideal entre las dos personas precisas debe ser tan probable como ganarse la Lotería. En definitiva, uno toma la decisión de quedarse con lo más parecido a lo que se busca, lo que al final dé saldo positivo (o neutro, depende de lo conformista que sea uno), y se arriesga, tiene hijos, intenta formar un hogar. Total para eso uno está en este planeta gastando aire, para arriesgarse, o no?

No todos quieren andar motorizados. Porque también existe el bus, el colectivo, la bicicleta y hasta la joyita del amigo que nos puede ir a dejar, todo lo cual es igualmente útil para llegar a destino. Y somos hartos los que preferimos andar de peatones por la vida, por diversas razones, aunque la mayoría quisiéramos subirnos a nuestro propio vehículo algún día… ir a pie puede ser divertido y nos exime de casi todas las responsabilidades, pero eso y el transporte público igual cansan a veces, a pesar de ser una buena y válida opción.


(Y justo ahora, yo ando pensando si tirarme a la piscina o no con un modelito que tengo visto, hay ganas pero existen detalles importantes que me hacen dudar harto...)