viernes, 30 de julio de 2010

Impresiones tardías acerca del Waka-Waka

Hace ya dos semanas que terminó el mundial de fútbol, y aparentemente todo ha regresado a la vida de costumbre: los noticiarios ya han vuelto a las secciones habituales de noticias, se acabaron los asados a diestra y siniestra, ya no se habla sólo de fútbol en la sección deportiva, las radios dejaron de torturar nuestros tímpanos con la insufrible tonadita de la Shakira, los jugadores de la Roja ya van pasando de ser gladiadores heroicos a seres humanos comunes y corrientes, y sobre todo, los hombres vuelven a interesarse por otras cosas que no involucren 100% fútbol. En realidad, a mí lo de ver patear la pelotita con hexágonos no me desagrada y hasta lo disfruto, aunque no sea hincha oficial de ningún equipo y no sufra los estragos que las mujeres emparejadas soportaron durante este mes que pasó, pero entre tanto wakawaka-vuvuzela-jabulani-tonkatanka y un sinfín de palabras exóticas, y el hecho de que TVN tuviera los derechos de emisión con lo que nos condenaban al suplicio de escuchar el relato del wea de Solabarrieta en cada partido importante, a esta altura se agradece que la fiestecita dure sólo 30 días, tiempo suficiente como para cansarse de esta burbuja deportiva donde todo era puro carrete y una excusa más para sacar la vuelta con impunidad.

Hay sitios en internet que afirman que la infidelidad femenina aumentó durante el mes que duró el mundial. ¿Coincidencia? Hay que tomar en cuenta que existe un gran número de mujeres a las que el fútbol les carga o les importa un rábano, y un mundial sólo trae incomodidades como no poder disponer del televisor a cualquier hora, falta de coordinación para compromisos o planes en conjunto, conversaciones prácticamente monotemáticas, una invasión de hombres mandrilizados que gritan y beben alcohol en el hogar propio… Y como guinda de la torta, no es nada de motivante para una mujer que su macho esté más ocupado tasando las piernas de Humberto Suazo que las de ella, o que sea irremediablemente hipnotizado por el plasma o pantalla plana con la repetición número mil de los mismos goles aunque ella le haga al frente una performance digna de Kim Basinger en 9 semanas y media.

Entonces ¿Qué deciden hacer las mujeres ante tal panorama? Señores, si piensan que a ellas les basta con sentarse a su lado y acompañarlos en silencio viendo a 20 hombres corriendo en pantalón corto por hora y media, se equivocan (20, los arqueros se visten como payasos y el árbitro suele ser medio guatón, así que no cuentan), no es suficiente con el abdomen perfecto de Alexis Sánchez o Cristiano Ronaldo ni con el sex-appeal de Iker Casillas. Claro, para distraerse podrían irse de shopping, al cine, a tomarse un café con las amigas y pelar al zombie que tienen por marido, pero hay ciertas necesidades insatisfechas que ameritan una canita al aire, y ni tontas ni perezosas, se buscan una sucursal temporal, algún individuo entusiasta que tenga la energía y disposición para apreciar otras redondeces además de un balón de fútbol, y otros temas de conversación alejados de los tiros penales y offsides (regla generalmente incomprendida por las mujeres no futboleras).

Viéndolo desde esa perspectiva, quienes realmente deberían agradecer por el fin del mundial no son las mujeres exasperadas sino los hombres cabeza de pelota, porque cuando ellos vuelvan a la normalidad y le brinden a sus compañeras las debidas atenciones, si no los pescan no será por despecho ni venganza, es sólo que quien tiene poca hambre no come con muchas ganas. En todo caso, no hay que preocuparse ya que eso durará poco y los deslices cometidos quedarán atrás al igual que este mundial que ya lentamente va pasando al olvido, género masculino y femenino volverán a convivir y enfrentarse en ámbitos fuera de un cuadrilátero gigante de césped y así será restablecido el equilibrio universal… hasta que llegue Brasil 2014.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Advertencia: este post es depresivo al cubo.

Hoy es uno de esos días en que nada me parece bien. En que me doy cuenta de que nada ha ido bien últimamente, no porque exista la mala suerte, ni porque yo no sea capaz de hacerme cargo de mi vida, ni porque el de arriba me tiene mala ni por falta de inteligencia ni de maña. Todo está mal y todo se me da mal simplemente porque yo no estoy bien.

Medio Chile se vino abajo con un terremoto y la gente se las sabe componer igualmente bien, igual se las arreglan para salir adelante. Yo lo tengo todo, y estoy pegada hace meses en lo mismo, como estas camionetas sin tracción que patinan en el barro y en vez de zafarse se hunden más. Trato de hacer lo que se supone que hace una persona común y corriente con una vida normal, trabajar, hablar con mi familia, juntarme con mis amigos, carretear, salir con alguien de vez en cuando, sólo que no sé en qué momento todas esas cosas “normales” dejaron de tener sentido y me cuesta un montón hacerlas. Simplemente NO quiero, y así me quedo.

Hoy es un día en que me doy cuenta en que llevo demasiado tiempo de este hueveo malsano. Que ya ni recuerdo cuándo partí así ni sé cuándo se va a terminar. Que da lo mismo escribirlo, patalear, decírselo a alguien o quedarme callada, porque nada sirve. Estoy metida en un hoyo anímico del que definitivamente no puedo salir sola, porque como se supone que nada va mal en mi vida, no tengo problemas graves, ni males de amor, ni terribles problemas financieros, y mi estado de salud es aceptable, no puedo identificar la puta causa de lo que me tiene así. Si tuviera un problema gigante sobre los hombros, como el hecho de que un terremoto se llevara todo lo que tengo o un maremoto hiciera desaparecer a mi familia, o sufriera un mal invalidante o simplemente estuviera vieja, achacosa y sola, diría “claro, esto es algo que deprimiría a cualquiera, no?”. Pero resulta que como no tengo idea qué mierda me pasa, la conclusión final es que necesito una mano que me ayude a salir del hoyo, porque no puedo sola.

No necesito frases cliché de la gente que lo tiene todo resuelto, ni que me digan los típicos elogios pa’ levantar el ánimo de lo linda o simpática que soy, ni que me reten porque no hago lo que debo ni me peguen o me manden a la chucha porque no me esfuerzo lo suficiente. Lo que necesito es ayuda de verdad, ya no puedo sola conmigo y me estoy enfermando. Realmente hasta lo más sencillo se vuelve complicado de hacer, y me siento una mierda de persona. Lo que necesito es un remedio, esto ya se convirtió en una enfermedad.