lunes, 9 de mayo de 2011

Reflexiones trasnochadas semi-etílicas

Nunca he sido demasiado afectuosa, sí soy regalona, siempre me gustaron los abrazos y los besos y que me hagan cariñito en el pelo, sólo que para eso hay que romper una primera barrera que es bien rígida y cuyo último paso es que esas manifestaciones se den en público. Con Gustavo eso nunca existió, quizá porque él nació repartiendo nanais y ha sido así durante sus 10 años de vida, con mis papás en cambio, recién ahora han renacido los abrazos porque todos estamos más viejos (sobre todo ellos) y porque cuando hay sol todos andan por su lado pero cuando viene un chaparrón gigante uno se junta con su gente para meterse debajo de un paraguas común, sobre todo si es chico, y eso es lo que pasó hace un tiempo con la lluvia que sigue hasta ahora y no sabemos cuándo va a parar.

Escribo esto pensando en que los últimos dos o tres años me he quejado de que me he vuelto un poco dura, que me gustaría que apareciera alguien que me hiciera ser una mamona completamente, que al verlo me produzca las famosas mariposas en el estómago, que al pensar en nosotros me ande riendo sola  y que me inspire a escribir prosas de amor baratas y a trazar nuestros nombres en la arena de la playa encerrados por corazoncitos. En fin, que eso hace rato que no pasa, no sé si sea que ya tengo poca capacidad para sentir esas cosas por cualquiera y de verdad tiene que aparecer ese espécimen “súper ezpezial”, o será que simplemente con el tiempo una deja de ser tan pendeja y aprende a racionalizar las emociones y a tratarlas como lo que son nomás, un conjunto de reacciones químicas desatadas en nuestro organismo bajo un estímulo estresante (y escrito así obvio que pierde toda la magia). Quizá eso último es a lo que le llaman “madurez” y si es así, espero que lo siguiente no sea sólo podrirme en la mata y poder darle aplicación práctica a lo aprendido.

Lo que siempre termina jodiéndolo a uno es el maldito deseo sexual. Si no fuera por eso, emparejarse sería tan fácil como ponerte de acuerdo con el amigo con el que mejor te llevas (el mejor amigo puede servir) y armar una vida en común, previa lectura de cartilla de mañas y defectos tal como lo hizo Sherlock Holmes con el Dr. Watson cuando se fueron a vivir juntos (no, ellos no eran gay). Sin embargo, no te emparejas con tu mejor amigo porque aunque se lleven la raja y sea el acompañante ideal que nunca dejará la toalla mojada tirada o el lavamanos con pelos, no existe ni una pizca de tensión sexual entre ambos. Hasta puedes pensar en que sería un súper buen padre, pero no te lo imaginas junto a ti en el proceso de fabricación de esos cabros chicos que han de criar juntos (no, gracias). Y los dos ilusos quieren encontrar a ese ser “súper ezpezial” que les haga sentir las mariposas y que cumpla con los demás requisitos descritos, mientras durante años cada uno por su lado van haciendo recuento de los intentos y experimentos que salieron mal, entre los cuales surgirán esos personajes que le revolucionan a uno todas las hormonas pero por alguna razón no son buenos candidatos como padres para tus hijos ni para el emparejamiento definitivo y formal, y en ese caso uno simplemente es optimista y mientras uno se divierte guarda la esperanza en su corazón que todo ese training servirá de preparación para el ser “súper ezpezial” que algún día llegará (y que sabrá valorarlo y no te andará sacando en cara puras weás ni celando retrospectivamente).

A mí no me gusta guardar esperanzas en todo caso, porque tengo un par de fichas que aún podría jugar en una mano súper arriesgada pero con pocas probabilidades de ganar la apuesta. Así que mejor las guardo para más adelante porque lo que sí tengo es fe en que tendré una familia a futuro, quizá una no-convencional formada por Gustavo, yo y un hijo adoptivo ya que la idea de preñarme no es de mi entero agrado, pero familia al fin y al cabo. Y creo que estoy pensando en estas cuestiones porque tengo 27 años y ahora están empezando a importarme cosas que antes no parecían importantes, y porque hace muy poco iba a apostar al todo o nada como no lo había hecho en mucho tiempo basándome sólo en las famosas esperanzas, cuando lo que vale es la fe y no hay que confundir ambas cosas. (Y si no hay fe todo se va a la mierda nomás)

Y bueno, también estoy escribiendo esto porque no puedo dormir, hace frío, mi cabeza está llena de pajarracos revoloteando, tengo el blog abierto y hay media botella de vino tinto disuelto en mi sangre (pa'l frío según yo), lo cual no lo hace menos cierto aunque lo lea y se vea bien poco coherente esta cuestión.