lunes, 10 de noviembre de 2008

Venus as a boy


He pasado tanto tiempo sin sentir nada extraordinario, que casi había olvidado ciertas sensaciones. Las personas pasan ante mis ojos, mujeres y hombres, algunas de ellas se acercan, y hay ocasiones en que incluso me pregunto por qué no siento nada especial, si no será que de cierta forma algo en mí se ha enfriado, se ha estancado, y me vuelvo a preguntar dónde están esas sensaciones, o si he perdido la capacidad de sentirlas. Hasta que de pronto, aparece alguien que me recuerda que soy mujer después de todo, y que tengo un corazón capaz de latir más rápido, y una piel que puede estremecerse ante un contacto. Estoy segura que esto no suena a nada que no le haya acontecido a alguien más, qué tanto, a cualquiera le puede suceder que de pronto ve a alguien y se pasa rollos. Una vez en la U, sentí también de esos llamados “amores platónicos”, con un veterinario que conocí en unos cursos paralelos con el cual tuve una gran conexión, casi teníamos la misma edad y me sentí enamorada, pero de su idealismo, su inteligencia, su amplitud de criterio (aunque era y es católico, una mezcla inusual entre creyente y científico en formación) y sobre todo, porque gracias a él y a las conversaciones que teníamos, me sentí por primera vez consciente de mi propio ser y de mi individualidad, pero a pesar de su atractivo físico e intelectual, nunca se me pasó por la cabeza llegar a algún contacto más allá de lo permitido, o si lo hice, realmente nunca sentí el deseo o el impulso. En ese tiempo, yo estaba en pareja, y era extraño para mí que ese “enamoramiento” finalmente me convenciera de que aquella persona era la correcta, que podían pasar hombres ante mis ojos que pudieran gustarme y sin embargo, no había ninguno mejor que aquél que estaba a mi lado. Era amor, y realmente lo sentía así, aunque las cosas y los sentimientos cambien con el tiempo, pero eso es otra historia.

Hace poco me invitaron a participar en una reunión organizativa para un congreso, y no me acuerdo si él ya estaba ahí o llegó poco después, pero me gustó apenas lo vi. Me parecieron interesantes las facciones de su cara, el conjunto de sus cejas un poco gruesas con sus ojos oscuros, su nariz recta, sus labios bien demarcados y finos, la sombra que su barba rasurada formaba entre su rostro y su cuello. Y luego escucharlo hablar y verlo sonreír, y mirar sus manos al saludarlo y cambiar algunas palabras… nunca lo había visto antes pero supe de inmediato que me gustaría estar con ese hombre, y al mismo tiempo, que eso sería un imposible absoluto. Lo principal era la gran brecha generacional entre nosotros, tanto en conocimientos como en años, es difícil imaginar qué podría ver ese hombre de cuarenta y tantos, con tanto mundo y experiencia a cuestas, en una pendeja que apenas sí sabe algo de la vida. Nunca me había gustado así alguien tan mayor, pero lo pensé, pensé en tirarme a la piscina, en que 15 ó 20 años tampoco podía ser tanta diferencia, en que quizá a los hombres de esa edad les gusten las niñas grandes, que sin más debería coquetearle visible y descaradamente… pero por otro lado, seguí interactuando con él casi a diario durante la semana y me sentía demasiado tímida como para eso, y al contrario, hacía lo posible para que no se notara, aunque era complicado no deshacerme casi de nervios con esos saludos y gestos tan efusivos de su parte que incluían abrazos y palabras como “linda”, “bella” (serán así todos los de su país?), y al sentir el olor de su cuello (una mezcla entre aroma de una colonia y el suyo) no comenzar a imaginar esa voz en mi oído, profiriendo suave más que un saludo, o esas manos grandes aventurándose a ir más allá de cerrar un abrazo alrededor de mi espalda… mejor no seguir, aunque la mente se alejara sola muchísimo más allá. Quizá me falte tener estrategia, técnica de seducción, o qué sé yo, sé que debo ser una niña buena ahora y quizá esa sea otra razón por la cual tenía el deseo medio adormilado, pero esta vez sí que me dieron ganas de portarme mal. Es decir, si una bruja hubiera lanzado un conjuro favorable a las virgos, o por alguna razón desconocida se hubieran alineado los astros de la manera correcta y este hombre me hubiera dicho un buen día que me fuera con él, mis hormonas se habrían encargado de meter todos mis escrúpulos en un saco y la ansiedad y el deseo hubieran hecho el resto, le habría dicho que sí, sin pensarlo. Pero no, no me atreví, aunque quizá haya alargado más de lo debido el abrazo de despedida, sabiendo que sería la última vez que lo vería. Ahora debe andar por el sur de Chile, o tal vez ya se esté volviendo a su país y da lo mismo, porque disfruté el hecho de sentir ese deseo vivo, de que puedo experimentar ansias, ardor, sentir que la sangre me fluye más rápido ante una mirada, una sonrisa, un roce involuntario... así y todo la vida está lejos de ser justa pues, después de meses en que lo único que me aceleraba los latidos era correr detrás de la micro, aparece un hombre que me produce una revolución hormonal -mariposas en la guata incluidas-, pero justo se trata de alguien inalcanzable (al menos, para el momento actual). Definitivamente, la riqueza está mal repartida en este mundo.

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[ese último comentario fue un poco exagerado… sí existe el alguien que me acelera los latidos, es sólo que las circunstancias me hacen pensar demasiado en lo que necesito, pero no puedo obtener de su parte… pero seguro va a llegar el día en que me encuentre en una situación parecida y me voy a portar mal, y ahí se va a ir todo a la mierda… qué jodida que es la vida a veces, ahora al menos siento alivio de que no sucedió]