lunes, 30 de junio de 2008

La mentira existe hasta volverse real.

Pero lo que me parece más increíble de todo no es que exista dicha mentira, sino que haya gente dispuesta a tragársela sin discutir, y más gente aún, que está dispuesta a dejarse manipular en pos de que esa mentira siga pareciendo como real.

Este espacio es (mío) propio.

El anonimato puede servir para los valientes que quieran hacer su aporte de modo que la persona no opaque al hecho, y también para los cobardes que se amparan en las sombras de modo de destruir lo que otros construyen.

De a poco estoy aprendiendo a pensar por mí misma, y eso es difícil. Difícil darte cuenta de que al fin lo estás logrando, más difícil darte cuenta de que los primeros 20 años de tu vida pasaron pensando lo que otros decidían que tú pensaras, no lo que tú querías pensar. Intentar pensar por ti mismo es más arduo, pero necesario.

Nadie puede quitarme el derecho a pensar lo que quiero, y a tratar de expresar cómo me siento. Habrá quienes se rían de lo que pienso y siento, no me importa, es mío. Pueden irse a la mierda un rato, si quieren.

Estoy aquí, eso debe tener alguna razón. Tengo lo que me queda de vida para hallarla. Y si no la encuentro, por lo menos me recostaré en mi tumba con la tranquilidad de que hice el intento auténtico y humano.

Esta soy yo... y sigo en el lugar de siempre. La diferencia es que ahora estoy aprendiendo a pensar por mí misma, aunque a unos les disguste y a otros les cause risa -sobre todo lo último-.

miércoles, 18 de junio de 2008

Y a veces te extraño tanto


Sería mucho más fácil tener la certeza de tu presencia en mi vida, de tu mano invisible guiándome, no dejándome caer, levantándome cuando el abatimiento acecha, confortándome cuando la duda me lacere la mente con su punzón

Y yo elegí, elegí ser libre, elegí buscar mi propio camino, sola, sin ayuda, desorientada, porque no hay una huella previa en el páramo de esta vida, mi vida, elegí soltar esas ataduras que asían mi mente y me impedían volar, proyectarme, pero después de todo no sé hasta dónde puedo hacerlo. No sé hasta dónde llega esa superestructura de tal amplitud que parece invisible pero está presente, esa que limita mis ideas, mis pensamientos, mi capacidad de colegir, de analizar, de pensar, de volar, que mis padres y el colegio y el entorno y la sociedad y finalmente yo misma me he impuesto y de la que no he podido despojarme, que es como la burbuja de aire que me permite respirar y nutrirme, aun sabiendo que ese aire y ese alimento son una ilusión. Y tú eras parte/causa/creador de ella, y tú me fortalecías pero me coartabas, tu amor era una pesada carga para mis hombros, de a poco tu calor no quemaba mis labios ni encendía mi piel, ya no te pensaba antes de dormir ni al amanecer, hasta que un buen día la flama de Tu Palabra se apagó bajo la lluvia de mis vacilaciones, dejó de calentarme, se volvió vacía y yo tracé esa pared invisible que divide la razón de la fe. Cambié seguridad por incertidumbre, protección por desabrigo, me vi como Eva luego de morder la manzana, tan consciente de mi debilidad, tan avergonzada de mi desnudez, tan abierta a la noción del dolor y del placer, tan dispuesta a sufrir y a gozar, cambié irreflexiva inocencia por despojante libertad. Soy libre de vagar por el mundo, construyendo mi destino, trazando mis caminos, inerme y desvalida, vistiéndome de hojas y pieles.

Y a veces te extraño tanto… sobre todo ahora, que siento que la noche cae sobre mí, y necesito al menos una pequeña luz para no tropezar ni caer en los baches de este páramo, ahora que el amanecer aún está lejos pero yo debo seguir avanzando. Y a veces tengo tanto miedo de que no estés, requiero de tu abrazo cuando hay frío y me falta fortaleza, y siento que pierdo la fe y el sentido de estar aquí y caminar en medio de la noche oscura…

Te echo de menos, a TI… a ese Dios de la infancia, al que suponía escuchaba mis plegarias silenciosas formuladas con ojos cerrados y manos juntas, al que me prometía el Paraíso a cambio de mi obediencia y buena voluntad, al que siempre estaba confortándome, dándome una luz en medio de las tinieblas, y que yo sólo debía seguir para sentirme a salvo…
Y yo elegí ignorar esa luz a cambio de libertad para buscar mi camino, y tus oídos se hicieron sordos para mí, tan sordos que llegué a creer que le hablaba al aire, que eres simplemente una invención, un mito, un placebo, una superstición que ha durado demasiado tiempo, menos que aire… y ahora eres nada.

Ya no estás, te fuiste porque yo lo quise así, y siento miedo.
Pero por suerte, ya no te necesito.
Y espero no necesitarte nunca más, porque eso sería aceptar que mi vida ha fracasado. ¿Cómo no ha de fracasar mi vida si renuncio al sentido que le he dado?
Y una vida sin sentido no tiene razón de existir, y es curioso pensar que si en verdad tú existes y me diste la vida que tengo, aceptar tu existencia sería también aceptar que mi vida no tiene sentido alguno.
Y sería hora de ponerme un cañón en la sien


···


Escrito en Octubre de 2005.

viernes, 6 de junio de 2008

Y nadie nace sabiendo...

Creo que a mi cabecita le da por pensar muchas tonteras que no son positivas, de todas maneras, he tenido que aceptar algunas cosas que sin pensarlas no me habría dado cuenta de que son como son.

“Todo tiempo pasado fue mejor” dice un antiguo y trillado dicho, y muchas veces pareciera que es así. En tantas ocasiones me he preguntado por qué estoy tan triste, si mi vida no tiene mayores problemas ni riesgos, estoy rodeada de gente que me tiene afecto y se supone que estoy haciendo lo que me gusta… entonces, qué me pasa? Necesito una vida con grandes contratiempos? Algo que me haga valorar el momento que estoy viviendo? Qué provoca esta falta de motivación y no entregar el 100% en lo que hago? Por qué no hago lo que se supone que debo hacer, sabiendo que los plazos se cumplirán inexorablemente?

Muchas veces me he quejado de todo esto, sin encontrar las respuestas. Siento nostalgia de los tiempos antiguos, cuando todo parecía más fácil y grato… pero qué diablos? eso ya es parte del pasado, porque (sobre)vivir el presente como lo estoy haciendo causa que mi futuro se vea más incierto de lo que ya está. Tengo que aceptar que ciertas cosas y ciertas personas ya no están, y que no van a volver, por muy buenas que hayan sido. Tengo que aceptarme y quererme tal como soy, con todo lo bueno y lo malo que tengo en mí, sintiéndome segura de mis virtudes y haciendo lo posible por mejorar mis defectos.

Ya no puedo culparme por los errores que he cometido, porque todos ellos han tenido su cuota grandísima de enseñanza; es mejor agradecer por ello, porque en ciertas cosas ya no volveré a tropezar y es mucho mejor que sucedan ahora, cuando aún soy joven y tengo tiempo de enmendar el camino, lo que está hecho ya no se puede remediar, pero sí se puede sacar de ello lo suficiente para no volver a incurrir en las mismas faltas.

Ya no puedo seguir preguntándome por qué se cruzan en el camino personas indeseables que se mueven impulsadas por las malas intenciones, al final la maldad es sólo parte de la naturaleza humana, y como toda mala experiencia sólo sirve para ser más cauteloso para una próxima vez, y no encandilarse a la luz de amables palabras o dulces sonrisas falsas.

Ya no puedo lamentarme por las pérdidas, y tengo que meterme en la cabeza que es imposible retener algo que tiene que alejarse. Simplemente hay que resignarse en ciertos momentos, hay cosas que están más allá del alcance de mis manos, y al contrario, debo aceptar esto porque ningún hecho o afecto puede darse por sentado en la vida, en un abrir y cerrar de ojos las cosas cambian y sólo queda la amarga sensación de no haberlas aprovechado mientras estuvieron… y quizá esa sea la lección más importante, debo aprender a disfrutar lo que tengo mientras exista, porque nada es para siempre, debo concentrarme en lo que me gusta de cada cosa que tengo porque puede que mañana no haya marcha atrás, y debo aprender que cada cosa que poseo inevitablemente se acabará o se alejará algún día, y lo único que queda por hacer en este momento, en el “aquí y ahora”, es disfrutarla mientras pueda, sin pensar tampoco en el final. Y las personas que ahora están a mi lado no escapan a esta regla, porque su compañía no es definitiva y tampoco debo intentar detenerlas cuando llegue el momento en que tengan que partir.

Es extraño pensar siempre en el día de mañana, en el otro año, en el fin de la transición que estoy viviendo, cuando puede que mañana ni siquiera alcance a abrir los ojos… y al parecer, esto le pasa a todo el mundo, como si todos fuéramos a llegar a viejos, uno piensa en envejecer junto a la pareja, balanceándose apaciblemente en una mecedora, envuelta en un chal, leyendo en voz alta un cuento a los nietos, hacemos tantos planes que aún no saboreamos pretendiendo que el momento actual es el paso previo a eso, y puede que ni siquiera podamos estar aquí para concretarlos... y creo que es bueno darse cuenta, porque otros no tuvieron el tiempo y no hicieron los preparativos necesarios, ni pudieron llegar siquiera a coger un ápice de la realización de aquellos proyectos, porque para ellos no hubo un futuro.


Ya no quiero pensar en los tiempos pasados con nostalgia, porque de ellos ha surgido el presente que vivo, la experiencia y la conciencia actuales. No voy a aferrarme más a cosas que no volverán, ahora las dejo, me despido de ellas y para siempre las guardo, y tomo lo que ahora importa que es el presente, y aunque a veces sea más fácil quejarse o perder el ánimo, es mejor cambiar la perspectiva porque si hay veces en que me siento nostálgica, triste, pesimista o desanimada, no es comparable a sentirse arrepentida de haber desperdiciado la oportunidad de vivir cuando la tuve en mis manos.



(Y quizá no sea mala idea colgar esto en un lugar visible, para restregármelo en la cara cada vez que me den ganas de mandar todo a la mierda... y quizá, también, no sea yo la única que deba hacerlo...)



[Jorge Drexler, Sanar]