miércoles, 22 de abril de 2009

Este amor

fue como un feto malformado


estaba destinado a morir

antes de nacer

Imagen: Hope Gangloff

lunes, 13 de abril de 2009

Dios es Amor... (entonces, por qué existe el Mal?)

"Reflexión de Semana Santa"

Dios creó el mundo en 7 días, creó a Adán el primer Hombre, y de su costilla a Eva la primera Mujer. Ambos eran inocentes como niños y no tenían internalizado el concepto del bien ni del mal, así que Dios les dijo que podían disfrutar del jardín del Edén pero les prohibió que comieran el fruto de un árbol en particular –con el tiempo se dijo era una manzana, pero eso no es del todo claro – . No obstante, como seres inocentes que eran, no fue así, ya que todo el mundo sabe que si dejas a dos niños en una pieza llena de juguetes y les dices que pueden hacer lo que se les antoje, menos comer de la fuente de caramelos de la mesita de centro, en algún momento se aburrirán y pensarán en hacerlo, habiendo prohibición mediante. Y quizá el Edén terminó por aburrirlos, sobre todo a Eva, quien como buena mujer y con una curiosidad insaciable que condena a nuestro género hasta los días de hoy, fue y comió uno de esos frutos, a instigación de una serpiente, y luego, convidó de la manzana a Adán. Desde entonces, fueron echados fuera del paraíso y condenados ambos a la mortalidad, a él a ganarse el pan de cada día con el sudor de su frente y a ella a parir sus hijos con dolor (y de paso, pagar su pecado en cómodas cuotas mensuales). La pobre serpiente, fue destinada a comer polvo o al menos, a ser un animal rastrero y despreciable.

Cuando yo era chica y estaba obligada a asistir a las clases de religión, me contaban esta historia, y a la vez me convencieron de que Dios es un ser omnipotente (todo lo puede), omnipresente (está en todo lugar y todo momento), omnisciente (todo lo sabe) e infinitamente bueno, y así había sido el creador de todas las cosas. De alguna manera, quizá de la misma forma en que yo creía en la existencia de un Viejito Pascuero que nos trae regalos por el sólo hecho de “portarnos bien”, me convencieron de la existencia de ese Dios con tales características.

Por las mismas épocas, y en las clases de castellano (a las que también estaba obligada a ir pero sí me gustaban), me hablaban acerca de las leyendas y siempre sentí mucho interés por los mitos chilotes: el Trauco, la Pincoya, el Caleuche, son los que de inmediato se grabaron en mi memoria. Y también, me decían que como mitos que eran, pasaban de manera oral y de generación en generación, por lo que con los años se les iban agregando más detalles extraordinarios conformes pasaran por las innumerables bocas, gargantas y oídos a través del tiempo. La gente los creía, ya que daban una explicación a hechos que simplemente escapaban al entendimiento, como la desaparición de los pescadores, el repentino embarazo de una joven doncella o la arbitraria abundancia y escasez de los recursos marinos que constituían la base de la alimentación de las familias. Y con el tiempo, se habían transformado sólo en eso, una leyenda, una historia anecdótica, ya que en la actualidad se han dado luces de que todos aquellos fenómenos realmente tienen una explicación lógica, y estas historias, más que explicaciones, ahora son parte de la identidad y cultura de un pueblo.

Lo mismo en las clases de historia, donde nos hablaban de Mayas, Aztecas, Incas y diversos pueblos originarios de Chile, todos con un sinnúmero de divinidades que merecían los más diversos sacrificios y que a fin de cuentas, respondían simplemente a los elementos de la naturaleza que ellos no podían controlar: lluvias, sequía, actividad volcánica, tormentas y terremotos correspondían a negligencia del pueblo hacia sus dioses, que de alguna manera no estaban satisfechos. Qué bárbaros y crueles me parecían, en esos ritos que muchas veces se nos mostraban sangrientos y crueles. Qué equivocados estaban en su cosmovisión politeísta, cuando en realidad existía sólo un Dios al que había que adorar, y la única manera de complacerle era cumplir sus mandamientos, y rezar con ojos cerrados y con las manos juntitas, para pedir y agradecer. Y sobre todo, creer en Él sin discutir. No era mucho pedir, o sí?

Sin embargo, había ciertos aspectos que no terminaban por quedarme claros:
¿Por qué la historia de la creación del mundo se decía verdadera, cuando en sus detalles fantásticos nada puede envidiarle un mito chilote o cualquier leyenda griega o romana? Claro, la diferencia es que esta historia –verídica –está contada en un libro sagrado, del cual supuestamente ni una coma ha sido cambiada desde que se escribió, a diferencia de esas historias que pasan de boca en boca y sufren cambios según el capricho y la imaginación del relator. Lo malo de este libro es justamente eso, que como sagrado que es, ni se te ocurra objetar o siquiera cuestionar lo que dice, aunque pienses que está lleno de falacias y contradicciones (No, mejor ni lo pienses o las penas del infierno caerán sobre ti).

Pero considerando que la historia fuera cierta, ¿dónde queda eso de que Dios es omnipresente, para no estar ahí e impedir que Eva coma la manzana y más encima tenga tiempo de presentarla ante Adán? ¿Cómo dejó que la serpiente la engañe, y Dios no previó que eso podría suceder? Siendo así, en ese caso Dios no es omnisciente, si se supone que todo lo sabe. Y finalmente, ¿de dónde salió esa serpiente a tentar a Eva, que acaso este animal fue enviado por Lucifer, el ángel que entró en rebelión? Eso no aparece en la Biblia explicado pero si así fuera, ¿cómo dejó Dios que el Mal entre en el jardín del Edén? A esto puede decirse que Dios dejó deliberadamente que todo ellos sucediera, pero, ¿Qué acaso no es Dios infinitamente bueno, por qué iba a dejar que le ocurriera daño a los seres de su creación hechos a su imagen y semejanza? Y conociendo todo esto, ¿Por qué razón castiga a Adán y Eva, viendo lo premeditado de su plan? Claro, dentro del plan estaba el castigarlos, y hasta ahí me cuesta ver la “infinita bondad” del creador en cuestión.

De ahí en adelante, todos los descendientes de Adán y Eva caen en desgracia y están marcados por el pecado de sus padres. Entonces me surge otra duda, porque, si todos nosotros venimos de los primeros humanos, entonces o estamos todos emparentados, y nos andaríamos reproduciendo hasta con nuestros hermanos (cosa bastante reprobable biológica y socialmente), o hay alguna parte de la historia que me perdí en el camino. Y que todo el mundo se perdió, porque ni la Biblia ha podido contestar de manera satisfactoria esta pregunta. Pero siguiendo adelante, es necesario que el hijo de Dios venga a la Tierra, en forma humana para derramar su sangre y sufrir la ley de los hombres, y de esa manera lavar el pecado de nuestros primeros padres y tener de nuevo entrada al Paraíso. Me volvía a cuestionar entonces: ¿Qué tanta bondad puede haber en un ser que engendra un Hijo con el sólo objetivo de que venga a sufrir, derramar su sangre y morir de la forma más grotesca a fin de que los seres que Él mismo creó puedan entrar a un lugar que Él nos ha vedado? ¿Qué acaso eso no está simplemente en su voluntad? ¿Por qué su hijo debe morir tan cruelmente para que esto sea hecho, y cuál es la diferencia de este sacrificio con los que hacían las culturas precolombinas a sus múltiples dioses?

Así y todo, los seres humanos nunca aprendimos la lección. Siempre nos rebelamos a su voluntad, aún cuando el Hijo resucita y obtiene vida eterna, como ejemplo de lo que nos sucederá si aceptamos a Dios en nuestro pasar y le obedecemos. Caemos en pecado una y otra vez, y en eso culpamos al Demonio de tentarnos. ¿Dónde está la omnipotencia de este Dios, que no es capaz de librarnos de una buena vez de este maldito Lucifer que nos lleva por el mal camino? Y dónde está –otra vez –su infinita bondad, que deja que en el mundo haya tanta maldad, tantos desposeídos sufriendo por hambre, tantos inocentes siendo víctimas de la guerra, tantas injusticias en el mundo….?

Pero no, estoy equivocada. Me explican que Dios no es el que concibe el mal o permita que sea, son los mismos seres humanos los que hacen que exista. Somos poseedores de un libre albedrío, la existencia del mal y el bien depende de nuestra capacidad de decisión propia ante la bifurcación del camino que nos llevará hacia uno u otro lado. Dios es amor, y en su bondad nos dotó de esta capacidad, como un padre amoroso dota a un hijo de cualidades. Pero hasta donde yo sé, un padre de la raza humana como los que conozco, y que por lo tanto no es perfecto, ni omnisciente ni menos omnipresente, trata de encarrilar a sus hijos cuando ve que éstos han obrado mal. Nadie que tenga un padre en su sano juicio pueda decir que nos dejó mandarnos cagazos sin un reto, recriminación o consejo por lo menos, y hasta ahora, los seres humanos se mandan cagazo tras cagazo sin que medie la intervención de este Padre Celestial que todo lo ve y está en todo lugar, y más aún, deja que esto suceda en su nombre, a través de la historia y hasta nuestros días hay guerras, matanzas, violaciones de los derechos humanos en nombre de Dios. No es que quiera ser malintencionada y pensar que Él deja que los humanos se maten los unos a los otros, sólo por ver hasta dónde son capaces sus hijos de llegar por su causa.

En vista de toda la parrafada anterior, sólo se me ocurren dos alternativas: o Dios no es un ser infinitamente bueno (sino más bien perverso y manipulador), o este Dios, al menos en esta concepción de cómo lo conocemos, sencillamente no existe, y es la mentira más grande de todos los tiempos. Porque si lo vemos fríamente, un Dios capaz de dejar que tanta maldad sea posible, debe tener una dualidad, que disfraza constantemente con la existencia de un antagonista que es Satanás, al cual no es capaz de eliminar con lo que se contradice eso de su omnipotencia. Si dijéramos que hay un ser superior que es bondad y maldad al mismo tiempo, todo tendría mucho mayor sentido. Y hay una cosa más: ¿Por qué razón Dios creó al mundo, un mundo donde él sabía, el ser más perfecto de su creación se iba a conducir derecho a su autodestrucción? ¿Sólo porque estaba aburrido y se le ocurrió hacer algo para demostrar cuán poderoso es? Quizá Él esté constantemente divirtiéndose a costa de nosotros, manteniéndonos en este sistema cerrado que se llama Tierra, como nosotros podemos hacerlo con un grupo de ratas de laboratorio dentro de un terrario, y ver cómo se comportan entre ellas manipulando ésta o aquélla condición. O tal vez, lo hizo sabiendo lo que los humanos harían en su nombre, porque necesitaba que haya un ser tan parecido a Él pero que siempre lo declare superior, lo alabe y lo idolatre. A cada rato el Libro dice que debemos ser humildes, mansos de corazón, seguir su voluntad y humillarnos ante su presencia (palabras literales). No me cabe que un ser perfecto e infinitamente bueno, pueda caer en un pecado tan feo como el de la soberbia.

No pues. No puedo creer en ninguna de las cosas que dije en el párrafo anterior, porque de manera lógica, no tienen ni patas ni cabeza, o al menos una explicación plausible. Esta historia de la creación, a mi juicio, no es más que una alegoría, una especie de fábula como las de Esopo o una de esas parábolas que su Hijo tan bien aprendió a contar, tan fantástica como el mito del Caleuche, y a la vez, tan verosímil en la mente de los Cristianos como los múltiples dioses que representaban las fuerzas de la naturaleza en la mente de los hombres de nuestros pueblos originarios. Y sin embargo, crecí y llegó el momento en que dejé de creer en el Viejo Pascuero que vive en el polo Norte y el Conejo de Pascua que trae huevos pintados, pero me doy cuenta de que hay quienes nunca terminan de crecer y siguen creyendo en este Ser Superior que creó el mundo en 7 días y todo lo puede, excepto contra el Demonio. Los niños siguen portándose bien para que el Pascuero les traiga regalos, y los grandes lo hacen para optar al Paraíso y no irse al Infierno, como si no fuera cosa de agarrar un diario o prender la tele para darse cuenta de que el infierno está aquí mismo, en la mitad del globo terráqueo o a la vuelta de la esquina, y este Dios tiene un rol igualito que el Cuco o el Viejo del Saco, actúa metiéndonos miedo o haciéndonos codiciar una recompensa, y no porque en algún momento reflexionemos sobre nuestros actos y nos conduzcamos basados en nuestros valores. Que me acusen de pobre de espíritu, de ignorante, de atea recalcitrante o falta de fe, no creo ser ninguna de esas cosas pero prefiero eso y tratar de mejorar un poco cada día respetando mis principios, que ponerme una venda y proceder ciegamente y sin cuestionar nada en nombre de un Ente que no me permite actuar salvo sea a través del miedo o de la codicia. Y más aún, creer en un Ser que supuestamente nos dota de libre albedrío, pero para seguirlo debemos renunciar a usarlo, porque creer en él significa no preguntar, no cuestionar, no pensar. Si ese es el Dios en el que hay que creer, inmediatamente estaré segura de que no existe.