martes, 1 de marzo de 2011

Encontrar pareja es como comprar un auto: Osho semejanzas

(Esta es una reflexión chanta elucubrada luego de ver todo el show que mi progenitor hizo para comprarse su tocomocho, hace un tiempito atrás)


Es una inversión. Son bastante los recursos que se ponen en juego, y el riesgo es alto. La mayoría de nosotros se endeudaría en mayor o menor medida para obtener un auto, dependiendo de si existe ahorro previo o no. Lo mismo con una pareja, invertimos tiempo, esfuerzo, energía y hasta la salud emocional al involucrarnos con alguien, la calidad o cantidad depende de lo que queramos tener con esa persona y pesan bastante las experiencias previas. Como sea, SIEMPRE estamos arriesgando algo (incluso con un/a “tiramigo/a”, en que la línea entre lo light y el enganche puede volverse difusa y a la larga, pasarlo mal).

Lo obtenemos de acuerdo a nuestras posibilidades. La mayoría de nosotros no puede comprar un Ferrari, es demasiado caro, la patente es muy costosa, los repuestos difíciles de conseguir, gasta mucho combustible, etc. Simplemente no es accesible y punto. Aún así, lo ideal sería comprarse un auto nuevo, y si no se puede se adquiere uno con el menor uso posible y lo más cercano a las características deseadas. Dependiendo del género y el gusto, la mayoría puede fantasear con Scarleth Johansson o George Clooney (o ambos, y a la vez) pero hasta ahí nomás queda eso, en la fantasía. Y después de todo, para qué queremos un Ferrari? A menos que nos saquemos el Loto, comprarse uno es tan inteligente como tener un auto de 500 lucas y ponerle un sistema de audio de un millón.

Existe un ideal, siempre. Toda persona que quiere comprarse un vehículo sabe qué características necesita: city-car, deportivo ó 4x4, camionetas de cabina simple o doble, petroleros o bencineros, familiar o pequeño, o un modelo concreto. Y si no lo sabe, de inmediato comienza a pensar en qué le conviene cuando toma la decisión de obtenerlo. De la misma manera, uno también busca rasgos deseables: color de pelo y de ojos, altura y contextura, celos@ o liberal, machista, feminista o equilibrad@, etc. Y no falta quien busca al príncipe azul/princesa encantada del cuento, ese modelo específico al que difícilmente podrá acceder algún día, simplemente porque es un mito. Los más atinados entenderán a la larga que no existe el modelo perfecto, y terminarán por querer y aceptar el que tienen ya que esas mañas y defectos son los que hacen que el encanto y el gusto perduren.

Siempre se mira para el lado. No importa tener el vehículo que cumpla las expectativas, igual no faltará el que se voltee cuando pase ese precioso deportivo rojo pasión o soñará con ir al volante de esa enorme camioneta todo terreno con neblineras al lado de la cual hasta los tractores parecen escarabajos. Y al final, el que puede, puede nomás, pero hay que tener claro que alguien poseedor de dos o más vehículos se gana, si no es la envidia, al menos la reprobación y el pelambre de los demás. También huelga decir que todo mortal desea ser poseedor de algo por el que todos los amigos babeen, mientras sea de lejitos nomás (se mira pero no se toca, cabritooo... y tanto la pareja como el auto regalón son sagrados, nadie más que el dueño tiene permitido montarse encima).

Siempre se busca un modelo mejor. Apenas se compre un auto que supuestamente ha sido el mejor entre las opciones disponibles/accesibles, a poco andar uno va a encontrar detalles desagradables. Lo mismo al estar con alguien, después que pasa el primer enganche y ya no andan volando los corazoncitos rosados y los pajaritos de colores que nos tienen aweonaos tapan la visión empiezan a notarse las pifias, eso se cae de maduro. Y si entre sumas y restas el resultado nos empieza a dar negativo, se buscará un modelo nuevo para despachar al actual, ya que muchas veces es preferible andar a pie que soportar que se nos quede el auto en pana a cada rato, sobre todo a la hora del taco.

Se ajusta al principio de oferta y demanda. Según éste, si un modelo de vehículo (o cualquier otro bien) es muy cotizado en el mercado, su precio subirá y vice-versa. De igual forma, si una mina* es rica, tiene conversa interesante y además es coqueta/sexy, es obvio que le lloverán jotes pero entre todo ese cardumen de pirañas acechando para dar el mordisco apenas la situación se vea favorable, el pez más gordo se adjudicará este modelito; ella sería entonces algo como éste o este otro. Y al revés, una mina fea, fome, poco interesante o más pesada que un tren a pedales no tendrá muchas opciones y terminará yéndose con alguno que ande volando bajo (algo como así o así). Las demás, vendrían siendo algo intermedio como un Yaris, un Corsa o un Accent, generalmente sedan; es decir, un buen modelo, cómodo y bastante cotizado, pero demasiado común, por lo que siempre podría haber algo mejor… y en esta categoría jugamos la mayoría.
(*El ejemplo es “mina” porque es el lado desde el que escribo, pero la comparación es general y aplica pa’ ambos lados)

Para cada persona existe el modelo perfecto. Aquí me declaro creyente de que debe existir eso de “la otra mitad” en cuanto a tener pareja. Y así como cuando una persona sabe perfectamente cuál es el modelo de vehículo definitivo al que aspira, lo mismo pasa en las relaciones. Pero para llegar a eso, lo que más juega en contra es el azar, y existen los suertudos que justo encuentran a esa persona que buscan, con la que se complementan, la cual es perfecta con todas sus grandes cualidades y todas sus insufribles mañas, parejas que estando juntas construyen algo tan bueno que no podrían hacerlo mejor ni su vida sería tan plena si estuviera cada uno por separado. Pero ¿qué tal si sé exactamente el vehículo que quiero, y nunca me entero de que existe porque quien lo vende está en Arica, en Nueva Zelanda, en Arabia? ¿O estaba a dos cuadras y justo no vi el aviso? En ese caso, uno se arriesgaría por el modelo más parecido que encuentre y se quedaría con ése, aunque no es 100% el deseado, o en el peor de los casos, por apurones podemos encontrarlo ya habiendo comprado uno… ¿Qué pasaría si “esa persona” fuera la señora de mi hermano, o la polola de mi mejor amigo? ¿O está en una situación geográfica a la cual no llegaré nunca, o paso por ahí a destiempo? El mundo es tan grande para un animal del tamaño, costumbres y tiempo de vida como nosotros, y somos demasiado numerosos por lo que ese encuentro ideal entre las dos personas precisas debe ser tan probable como ganarse la Lotería. En definitiva, uno toma la decisión de quedarse con lo más parecido a lo que se busca, lo que al final dé saldo positivo (o neutro, depende de lo conformista que sea uno), y se arriesga, tiene hijos, intenta formar un hogar. Total para eso uno está en este planeta gastando aire, para arriesgarse, o no?

No todos quieren andar motorizados. Porque también existe el bus, el colectivo, la bicicleta y hasta la joyita del amigo que nos puede ir a dejar, todo lo cual es igualmente útil para llegar a destino. Y somos hartos los que preferimos andar de peatones por la vida, por diversas razones, aunque la mayoría quisiéramos subirnos a nuestro propio vehículo algún día… ir a pie puede ser divertido y nos exime de casi todas las responsabilidades, pero eso y el transporte público igual cansan a veces, a pesar de ser una buena y válida opción.


(Y justo ahora, yo ando pensando si tirarme a la piscina o no con un modelito que tengo visto, hay ganas pero existen detalles importantes que me hacen dudar harto...)

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Oscar dijo...

jjejjee. Bien buenas tus analogías.
La diferencia podría estar en que el auto lo buscas, te gusta y te lo compras y el amor, te llega, sin que lo andes buscando.
saludos.

Luis Segovia dijo...

Y cuanto hay que invertir a veces, si dan ganas de andar en bicicleta o a pie nomas.