domingo, 12 de octubre de 2008

Es domingo por la tarde. Mis padres y mi hermano acaban de salir, se juntaron con mi tía y mi primo para ir al Parque (Cementerio), van a ver a mi abuela paterna y dejarle algunas flores. Bueno, así lo sienten ellos, y es la razón por la que no voy casi nunca. Nunca he explicado por qué, y tampoco lo preguntan, aunque siempre veo una leve expresión de reproche en sus caras, pero es algo que no entenderían. Para ellos, mi abuela está presente, los mira, los acompaña día a día, y ese ritual de ir todos los fines de semana -que el clima de Valdivia permita- es para ellos una manera de demostrar que no la han olvidado, y de que ella siempre los acompañe, en espíritu, en alma, en presencia o como le llamen. Pero para mí eso no existe. Las pocas veces que hago eso lo hago sola, para ver si de alguna manera siento lo que ellos, y eso nunca sucede, a fin de cuentas, lo único cierto es que ella ya no está de ninguna forma, y cuando me siento al lado de su tumba sólo percibo que ella se ha ido, y sólo veo ese pedazo de concreto con su nombre grabado que simboliza su ausencia, y deposito sobre él esas flores que sé, van a marchitarse en vano. Por eso no participo de esa visita familiar, porque nunca puedo ser parte de esa comunión, de esa certeza que tienen de que ella sigue allí, en algún lugar, tan abstracta y volátil como el aire pero siempre presente, mientras yo tengo que disimular esa soledad junto a ellos.

Mi abuela materna murió hace un poco más de un año de forma muy repentina. No hubo tiempo para despedidas ni palabras de último momento, y mi madre se siente aún culpable de no haberse dado el tiempo de decirle cuánto la quería, su muerte es algo aún no superado. Y esa es otra razón por la que mejor no emito comentarios, porque para ella quizá sea un consuelo magro, pero consuelo al fin, creer que mi abuela está presente junto a ella, en sus quehaceres diarios, en sus sueños y en sus pensamientos, y de esa manera puede saber todo lo que no pudo ser dicho.

Hoy he pensado mucho en ellas, en que si fuera cierto que ahora son capaces de ver todos mis pasos tratarían de mostrarme el camino al verme tan desorientada, o es que hay algún obstáculo insalvable entre el mundo de los vivos y el de los muertos que no las deja comunicarse conmigo? No, esas son las ilusiones de las que la gente se aferra para hacer más llevaderos los dolores y las ausencias. Ahora estoy poco ilusionada, quizá alguna vez creí que la magia existe y ahora me quedé sin ases bajo la manga, sin trucos nuevos para mostrar, no soy capaz de encantar a nadie, ni siquiera a mí misma, ni hay nada ni nadie capaz de encantarme a mí. Sí, al final esto es para decir que estoy triste, desanimada, desencantada, y me siento más sola que la cresta. No soy capaz de concentrarme en las cosas importantes y a veces me dan ganas de mandar todo a la mierda.

Me gustaría pensar y creer que existe alguna clase de presencia que me cuida y me guía, un ángel de la guarda, el alma de mis abuelas, algo que me haga sentir que no estoy sola. Pero no siento nada, sólo soledad, una soledad infinita, si es que así se define esa sensación de desarraigo, de no pertenencia, eso de estar siempre con gente alrededor, mucha gente dando vueltas, pero nunca con nadie con quien lograr una preocupación y comprensión mutua. Necesito un sustento, estoy cansada de sentirme en el aire todo el tiempo...