La cabeza en las nubes, los pies en la tierra
Hoy me di cuenta de que aun sin vivir demasiado, he logrado pocas cosas verdaderamente significativas en mi vida, y si ahora las perdiera, me quedaría con nada que le dé valor a mi existencia, sin ellas no tendría fe y hasta las esperanzas estarían de sobra.
Me di cuenta de que vivo bajo un constante temor, no lo descubrí hasta hoy, y es simplemente un horrible miedo a equivocarme. Es bastante paradójico, mi vida ha estado constantemente marcada por elecciones desafortunadas y tropiezos, algunos de los cuales no me siento orgullosa. A ratos he sentido miedo de arruinarlo todo, pero la base es siempre la que acabo de describir, y ese miedo constante al error es el que terminará por arruinar todas las cosas, a fin de cuentas.
Trato vanamente de encontrarle un sentido a las cosas que hago, a dejar de sentir que todo lo que realizo es por el deber de terminarlo, porque tengo que realizarlo. Me he dado cuenta que en mi vida muy pocas cosas han estado marcadas por la pasión, es una sensación que he sentido muy pocas veces. Siempre tuve muy arraigado el sentido del deber y la responsabilidad, todos los compromisos deben ser finiquitados, todas las promesas inquebrantables, todas las responsabilidades aceptadas, todos los deberes cumplidos. Nunca me pregunté el por qué, y hasta ahí todo estaba bien, me declaraba una niña feliz y con mucha suerte de levantarme a enfrentar un nuevo día, cada mañana. Pero de algún lado nacieron las dudas, las preguntas incontestables (aún debo averiguar desde dónde y en qué momento), cuándo dejé de tener paz, cuándo todos los cimientos de mis estructuras mentales y valóricas se mostraron endebles e hicieron que esta débil construcción de lo que soy tambaleara.
En este caso no sé de qué sirve tener algo de experiencia, para qué es útil haberse equivocado, haber aprendido ciertas cosas, será que tengo que darle alguna aplicación a todo esto? Y no sé si realmente alguna lección he aprendido, si todo aquello ha puesto ataduras a mi corazón, han ocultado su fuego interior, sin dejar que el calor se perciba fuera de este cuerpo. De qué ha sido útil si en vez de haberme hecho más madura y consciente, sólo me ha llenado de incertidumbre, de inseguridad en mí misma; cuál es la lección que debo aprender a fin de cuentas? Aprender a quererme y aceptarme aunque a veces no me soporte? Abrirme y dejar que todos miren mi interior, aunque no les guste lo que vean, aunque me arriesgue a que me hieran? A lanzarme como en un precipicio, hacia algo incierto, pero que puede ser mejor, en vez de quedarme en la seguridad del borde pero sin saberlo nunca?
Entiendo que todas las respuestas están en mí, y aun sintiéndome tan pequeña, me está costando trabajo hallarlas. Me gustaría que muchas cosas no fueran como lo son, pero al menos ha servido para ir asimilando de a poquito lo que no se puede cambiar y simplemente aceptarlo y resignarse a ello, y diferenciarlas de aquellas cosas por las cuales debo pelear aunque se vean lejanas e inalcanzables, pero que de una u otra manera son posibles y de algún lugar dentro de mí debo sacar el valor para conseguirlas. Debo aceptar que si esta “experiencia” adquirida me ha distanciado de ciertas personas a quien me gustaría entregarles parte de mí, es porque no son capaces de comprenderlo, o sencillamente no se lo merecen, que debo preocuparme por aquéllas que sí están cerca y pueden aceptarlo sin juzgarme.
Y la conclusión de todo esto todavía no la tengo, será un capítulo por escribir. Supongo que sigo en preparación, aún soy una aprendiz que nunca terminará de serlo, ya que no puedo ver las consecuencias de lo que no escojo, sino sólo aceptar lo que resulte de lo que sí y jugar mis cartas con todo lo que tengo, aunque no sepa a ciencia cierta aún a cuánto alcanza eso… pero seguro que no es poco, sólo debo conocer la versatilidad de las herramientas que están en mi poder para construir.